
Es muy difícil "meterse" con el Che. Durante el año 1997 __a los treinta años de su muerte__ aparecieron sus huesos, se lo sepultó en Santa Clara, la ciudad de su gran victoria militar, se multiplicaron los poemas, las biografías, las remeras y las adhesiones fervorosas. Fue la apoteosis de la sacralización a-crítica. Más difícil será, conjeturo, explicitar el papel que desempeñaron sus ideas y su ejemplo combativo en una generación argentina sacrificada por los militares más despiadados que produjera América latina. Que no es decir poco.
Voy a partir de un texto de Osvaldo Bayer que posee un gran valor gnoseológico y emocional. Lo citaré extensamente. Dice así: "En enero de 1960 __hace ya un cuarto de siglo__ en La Habana, junto a otros catorce periodistas, sindicalistas y profesionales argentinos escuché de labios de Ernesto Che Guevaea la teoría foquista revolucionaria y su aplicación en la Argentina(...) Escuché todo en silencio. Pocas horas antes había estado con Rodolfo Walsh, por ese entonces en Cuba, quien ya apostaba lo que para él era la única solución. Las dos veces me invadió ese mismo sentimiento que los alemanes llaman "mir-leiden" (sufrir con, padecer con, y no compadecer). Es decir, algo así como una desesperación interior, un conmoverme por adelantado por algo que podía ocurrir con quienes estaban por sacrificar sus generosas vidas en una lucha en la que iban a ser barridos por una sociedad corrupta, de una increíble mentalidad fascista(...). Lo que sentí en esas horas fue algo meramente intuitivo. Veía que estaban equivocados en sus métodos pero no tenía yo ninguna solución en el bolsillo del chaleco, ni regla maestra, ni antecedentes de luchador, ni interpretación histórica o sociológica correcta. Al final me atreví a decir algo a Ernesto Che Guevara que en mí era una necesidad de alertar, un intento de llamar la atención al peligro. Le dije: las fuerzas de represión en la Argentina no son las de la Cuba de Batista. Son muy poderosas y están muy bien informadas; si no pueden vencer con las policías provinciales, lo harán con la federal, si no pueden con ésta, lo harán con la gendarmería, recurrirán al ejército, la aviación, la infantería de marina... Guevara me miró, y en un tono con algo de noble tristeza me respondió solo tres palabras: "Son todos mercenarios".
De este modo, Guevara propone una diferencia cualitativa entre un guerrillero y un represor. Uno lucha por la libertad y el hombre nuevo; el otro lucha por la esclavización de los hombres. Desplaza, luego, esa supremacía espiritual a una supremacía operativa. El guerrillero no es un mercenario. Lucha por un ideal. La ausencia de ese ideal debilita al mercenario, que es, precisamente, un mercenario, porque no lucha por ideales sino por dinero. La presencia del ideal potencia la acción del combatiente. Su voluntad revolucionaria es la garantía de su superioridad __y, por consiguiente, de su triunfo__ sobre los mercenarios del imperialismo. Esta exaltación de la "voluntad revolucionaria" (que Guevara extraía de su propia voluntad, de su propio coraje, de su propia y absoluta entrega a la lucha) por sobre las condiciones reales de enfrentamiento es uno de los datos de la tragedia de la guerrilla guevarista. Ese voluntarismo (basta con una voluntad fuerte para hacer la historia de la liberación y vencer a los enemigos de los pueblos) se encuentra presente en la teoría del foco guerrillero, que es el aporte genuino del Che al marxismo latinoamericano (...) "Son todos mercenarios". Si, pero los mercenarios son poderosos. Están armados y adoctrinados. No tienen ideales pero tienen una doctrina feroz, la de la Seguridad Nacional, que los conduce a matar con aberración, atrozmente, con ensañamiento e impunidad.(...)
Ernesto Guevara extrae la teoría del foco insurreccional de la experiencia de la Revolución Cubana. Escribe; "Consideramos que tres aportaciones fundamentales hizo la Revolución Cubana a la mecánica de los movimientos revolucionarios en América, son ellas: 1ro. Las fuerzas populares pueden ganar una guerra contra el ejército; 2do. No siempre hay que esperar que se den todas las condiciones para la revolución; el foco insurreccional puede crearlas; 3ro. En la América subdesarrollada el terreno de la lucha armada debe ser fundamentalmente el campo".
Se trata de una temática central. Cautela, entonces. Hay muchas puntas por donde empezar. Elijo la siguiente: en noviembre de 1997 presenté, en Buenos Aires, el libro del escritor francés Pierre Kalfón "Che, una leyenda de nuestro tiempo". Kalfon se aleja del vuelo teórico de Castañeda, de la rigurosidad periodística de Anderson, de las pasiones narrativas de Paco Taibo y de los impulsos filosóficos de Debray. Es un hombre modesto, sólo quiso biografiar al Che. (Sin embargo), su narración de la batalla de Santa Clara es fundamental: teóricamente decisiva. Escribe; "Los guerrilleros derribaron un régimen más frágil de lo que parecía, desgastado por la corrupción y la ineficacia de su personal(...) No se trata en este caso de una simple controversia académica sino de un punto capital en la interpretación de la revolución cubana, que pondrá en juego muchas vidas humanas. Pues a partir de esta lectura de una revolución victoriosa numerosos movimientos de oposición en América latina decidirán orientar o no su combate por la vía de la acción armada organizada en torno al famoso foco revolucionario. El Che basa su teoría revolucionaria en el modelo matricial de una guerrilla de campesinos que prevalece sobre un ejército profesional.. Pero si no fueron los guerrilleros quienes ganaron sino el régimen carcomido de Batista el que se hundió, entonces el malentendido es inmenso, y la pasmosa hazaña de trescientos campesinos analfabetos venciendo a un ejército de cincuenta mil hombres se reduce a un accidente de la historia".
(...) Ya cerca del final (el Che) expresa su esperanza en el surgimiento de los muchos Vietnam: "!Cómo podríamos mirar el futuro de luminoso y cercano, si dos, tres, muchos Vietnam florecieran en la superficie del globo, con su cuota de muerte y sus tragedias inmensas...". Lo que impresionaba del texto (y lo que muchos le objetaron en el momento en que fue conocido, en la misma Tricontinental) es que el futuro solo habrá de iluminarse por medio de "muerte" y "tragedias inmensas". Se trata de uno de los textos más apocalípticos que jamás hayan sido escritos.
Y la frase final es la de aceptar la muerte, la de darle la bienvenida porque servirá para que otros continúen la lucha. Aunque conocida, citaremos el texto porque __sencillamente__ no puede faltar en ningún libro sobre la violencia política: "En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que ese, nuestro grito de guerra, haya llegado hasta un oído receptivo, y otra mano se tienda para empuñar nuestras armas, y otros hombres se apresten a entonar los cantos luctuosos con tableteos de ametralladoras y nuevos gritos de guerra y de victoria".
¿Quién no ha discutido con este texto? ¿Quién puede hoy__ a esta altura del siglo, a esta altura de nuestro saber de la trágica experiencia de las guerrillas latinoamericanas__ no estremecerse ante una formulación tan crispada y tan extrema? ¿Quién puede no pensar __con dolor, casi contra uno mismo__ que Ernesto Che Guevara es uno de los grandes responsables de las masacres de nuestro continente? ¿Quién puede no pensar __con toda lógica, con verdad__ que los responsables de las masacres son quienes las realizan, es decir, los ejércitos, las dictaduras fascistas? ¿Quién puede escapar a la densidad de estas cuestiones?.
En principio, ha quedado atrás, por fortuna, el año 1997, se acabó la celebración a-crítica de Guevara. Era una de las formas de injuriarlo. Se trata de restituirle su estatura histórica, hecha de heroísmos, padecimientos, entregas absolutas y responsabilidades ineludibles. Se estuvo a punto de transformarlo en El Principito de la izquierda. Un Principito urdido por un Saint-Exupéry celebratorio, deslumbrado y algo bobo. Ahora hay que entregarlo al universo de la problematicidad. De la crítica.
(del libro La sangre derramada, 1998)
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