
Porque debe haber sido morir, la primera vez, en aquellos basurales. No fue un fusilamiento simulado
como otras veces se practicaron con sadismo.
En la noche fría, las balas perforaron los cuerpos inermes. Después, los gritos de dolor de los heridos fueron acallados, rematados.
¿Qué siente un hombre en esas circunstancias? ¿Qué sintió luego Troxler, cuando se arrastraba entre las mugre y el barro, reconociendo a sus amigos muertos, sintiéndose aterradoramente vivo?.
"Seis meses más tarde, una noche asfixiante de verano, frente a un vaso de cerveza, un hombre me dice:
–Hay un fusilado que vive.
No sé qué es lo que consigue atraerme en esa historia difusa, lejana, erizada de improbabilidades. No sé por qué pido hablar con ese hombre, por qué estoy hablando con Juan Carlos Livraga.
Pero después sé. Miro esa cara, el agujero en la mejilla, el agujero más grande en la garganta, la boca quebrada y los ojos opacos donde se ha quedado flotando una sombra de muerte. Me siento insultado, como me sentí sin saberlo cuando oí aquel grito desgarrador detrás de la persiana.
Livraga me cuenta su historia increíble; la creo en el acto."
–Hay un fusilado que vive.
No sé qué es lo que consigue atraerme en esa historia difusa, lejana, erizada de improbabilidades. No sé por qué pido hablar con ese hombre, por qué estoy hablando con Juan Carlos Livraga.
Pero después sé. Miro esa cara, el agujero en la mejilla, el agujero más grande en la garganta, la boca quebrada y los ojos opacos donde se ha quedado flotando una sombra de muerte. Me siento insultado, como me sentí sin saberlo cuando oí aquel grito desgarrador detrás de la persiana.
Livraga me cuenta su historia increíble; la creo en el acto."
Así comenzaba a cronicar Rodolfo Walsh la increíble historia de los fusilamientos en los basurales de José José León Suárez en 1956, treinta y dos hombres, cieciocho militares y once civiles. Algunos de ellos lograrían sobrevivir, la mayoría gravemente heridos. Livraga, con varias heridas de bala fue dado por muerto, y Julio Troxler, que logró escapar y esconderse en un sanjón entre la basura y el barro.
Julio Troxler continuó su militancia y en 1973 llegaría a ser Jefe de Policía de la Provincia de Buenos Aires bajo el gobierno de Oscar Bidegain, hasta su renuncia, acompañando al Gobernador luego de las duras críticas de Perón responsabilizando a Bidegain por el ataque del ERP a la guarnición de Azul.
Troxler participaría como denunciante en el documental de Solanas "La hora de los hornos", y en 1971 en la filmación de "Operación Masacre" de Jorge Cedrón. Juan Carlos Livraga, otro de los sobrevivientes, denunciaría los hechos e iniciaría un juicio durante el gobierno de Néstor Kirchner.
Julio Troxler, secuestrado por la Triple A el 20 de setiembre de 1974, ésta vez no podría escapar a la muerte, fusilado por la espalda en un descampado. ¿Qué habrá pensado esta vez, antes de su otra muerte, ésta, ahora inapelable, definitiva? Seguramente los habrá puteado, porque tampoco aflojó su militancia después de la primera. Es posible, incluso, que haya sentido rabia y desprecio.
Y es deseable que ninguno de sus asesinos haya gritado, como en la novela de Soriano, algún "Viva Perón..!" extemporáneo, patético, evitándole a éste militante digno la verguenza ajena.
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