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lunes, 20 de enero de 2014

La Tablada, o el asalto a la razón política








            "-La heroización de los setenta es contraproducente y obtura la discusión porque no permite hacer el análisis crítico de esa época, y pensar en la responsabilidad que les cupo a los distintos actores políticos. Yo no creo en la política como forma de exclusión de la violencia. Creo más bien que en la política siempre hay un núcleo violento y lo que hay que ver es qué lugar ocupa este núcleo violento, cuáles son las formas de la violencia, y cómo operan en relación con el poder instituido y con las resistencias a este poder. Entonces, el análisis de aquella experiencia puede ayudar a pensar hoy esta relación nodal entre política y violencia. Y si uno glorifica o heroiza los setenta, no puede hacer esto. En el contexto de democracias participativas esto requiere una formulación. No puede pasarse al desconocimiento de esta relación entre política y violencia como si esto hubiera desaparecido y como si en las democracias no existiera esta relación." (Pilar Calveiro)





      Cuando el 23 de enero de 1989 el MTP (Movimiento Todos por la Patria)  tomó la desición de ocupar por asalto el cuartel militar del III Regimiento de Infantería Mecanizada de La Tablada, Pcia. de Buenos Aires, aduciendo la inminencia de un supuesto  golpe de Estado que estarían gestando militares carapintadas, comenzaba la puesta en escena tardía del último acto de la guerrilla setentista.
Los militantes lograron ingresar al cuartel, pero tuvieron que enfrentarse durante 30 horas a 3600 efectivos de la policía y el ejército que rodearon la unidad. El ejército recurrió a la utilización de blindados y al bombardeo del lugar con fósforo blanco prohibido por las Naciones Unidas. Los civiles caídos fueron 28 y hubo 3 desaparecidos. La policía y el ejército tuvieron 11 muertos, la mayor parte a consecuencia de sus propios bombardeos. Las personas capturadas _ según testimonios posteriores_ fueron brutalmente torturadas. Recién en 2008, la Presidenta Cristina Fernandez firmó el Decreto 1578, que autortiza a la justicia el ingreso a los archivos de la Inteligencia del Estado,Policía Federal y Ejército, con relación a la investigación por las desapariciones, torturas e irregularidades durante la represión.

       Primero fue la estupefacción, la incredulidad, y luego el horror ante las imágenes que, en un perfecto montaje televisivo, mostraban en vivo el revival de un guerrillerismo tardío. Era difícil de entender. Si durante los sucesos de Semana Santa una multitud estimada en medio millón de personas acudió a Plaza de Mayo a respaldar la democracia, y cerca de dos mil estuvieron a punto de ingresar desarmados a la Escuela de Infantería donde se habían atrincherado medio centenar de rebeldes; si todas las fuerzas políticas, y el Partido Justicialista en primer lugar, rodearon al Presidente,  que no pudo o no supo apoyarse en ese enorme apoyo democrático,  en el entendimiento de que solo la movilización popular podía revertir una situación de suma peligrosidad al no existir garantías de que las Fuerzas Armadas intervinieran (como de hecho no lo hicieron, desacatando la orden de su Comandante en Jefe) en defensa de la Constitución; si la CGT anunció un paro por tiempo indeterminado que acompañaría un plan de resistencia cívica, nada de esto se vería ante el accionar del MTP "para impedir un nuevo golpe militar".
       Lo cierto es que, desde la claudicante promulgación de las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida, los sectores militares estaban relativamente tranquilos, solo convulsionados por sus propias internas, que serían definitivamente cortadas con la represión del último alzamiento del coronel Seineldín por el gobierno de Carlos Menem, que pondría el broche de oro del Indulto.

      ¿Qué llevó al MTP a esta acción descabellada, virtuálmente una provocación? Si hubiesen conseguido tomar el cuartel, ¿a dónde habrían ido con las armas y los carriers artillados? ¿Reálmente pensaban que podrían desatar una insurrección popular, y que "el primero que llegáse a la Casa Rosada ocuparía el sillón de Rivadavia..?" Muchas hipótesis circularon después, desde una operación de inteligencia militar que habría vendido a Gorriarán Merlo información falsa, "carne podrida", hasta la supuesta condición de doble agente del propio Gorriarán; desde un intento irracional de reeditar la lucha armada, hasta una maniobra de Nosiglia y la Coordinadora radical para desestabilizar al futuro gobierno de Menem., y que, en la práctica, terminó debilitando al propio Alfonsín.
       No nos interesa entrar en conjeturas, sino señalar las consecuencias de un accionar fundamentado en un subjetivismo voluntarista que subestima el papel de las masas, aunque lo proclamen en sus consignas, y discutir, desde la izquierda, el profundo carácter anti-marxista de las teorías foquistas y el guerrillerismo descontextualizados de la realidad concreta y de las condiciones político-sociales de un país y de un momento histórico determinado.


       Eduardo Luis Duhalde, entonces Secretario Político de IDEPO (Izquierda Popular Democrática), sostuvo que "la acción de La Tablada es contrarevolucionaria(...) y este debate recorre a toda la izquierda argentina, a la izquierda uruguaya y a toda la izquierda latinoamericana. La posición que se adopte ante este hecho conlleva una serie de tesis fundamentales implícitas, que también preanuncia cursos de acción política fundamentales y diferenciadas.(...) El vanguardismo bélico y el movimiento del MTP tienen en común el desprecio a la clase trabajadora y a su bloque de aliados como motor de la transformación social. el reemplazo de toda elaboración política por los datos de la inteligencia militar y la toma del poder por un insurreccionalismo mágico", y condena "la vuelta perversa al militarismo, sumada a elementos incompatibles con la ética revolucionaria, como la utilización del ardid.(,,,) La visión polpotiana de la violencia no es revolucionaria. La desaprensión sobre la propia vida y la ajena es aventurerismo político, y por lo tanto tampoco es revolucionaria... para nosotros, la democracia trasciende el el parlamentarismo y se combina con las luchas sociales de las masas."

       Pero lo más cuestionable fue la manipulación y la mentira, dirigida hacia el conjúnto de la sociedad y aún hasta sus propios militantes periféricos, muchos de los cuáles reálmente creyéron que en el cuartel se gestaba un golpe "carapintada". Previo a la incursión, se arrojaron volantes de un supuesto Nuevo Ejército Argentino, al grito de !Viva Rico!, y ya se había impreso un patético comunicado de un inexistente frente popular que se habría creado ahí mismo para apoyar la acción.

       José Aricó, quizás uno de los más importantes marxistas argentinos, expresaba en una entrevista: "Si hay algo que la izquierda siempre reivindicó es la relación estrecha entre las palabras que se decían y los actos que las acompañaban. Los discursos de los años sesenta eran delirantes pero nosotros creíamos en lo que estábamos diciendo. En el caso de La Tablada se produce el siguiente salto: una organización terrorista, supuestamente de izquierda, organiza un asalto a un cuartel y necesita disfrazar ese acto tratando de simular que primero hubo un asalto de fuerzas de derecha o que había una reunión, una confabulación de militares reaccionarios y que el pueblo en armas asalta el cuartel y lo quema. La presencia de un documento donde se disfraza un acto, está mostrando la existencia de una duplicidad interna en el propio movimiento.(...) La descomposición ética de los movimientos de la década del sesenta ha dado lugar a la utilización de la mentira, de la falsedad como un elemento del debate político. Si uno lee con detenimiento cuando Gorriarán Merlo define la democracia como un valor estratégico, lo hace condicionándola a determinadas circunstancias. No tiene un valor de principio excluyente."

       Claudia Hilb, en su nota "La Tablada: el último acto de la guerrilla setentista", publicado en la revista "Lucha armada", ampliaría este concepto: "En el montaje del asalto al cuartel de La Tablada se da a ver, de manera caricaturesca y trágica, el destino totalitario del pensamiento revolucionario del siglo XX, el devenir de la ilusión de eliminar toda contingencia de los asuntos humanos y de fabricar una realidad a imagen y semejanza de una idea. Un grupo reducido de personas, convencido de estar en posesión de la cifra del orden ideal del mundo, no se conforma ya con alentar la esperanza de que llegará un momento en que, reconocida su razón, podrá forjar una sociedad a imagen de su idea del bien –una sociedad en que, devenido poder total, podrá incluso, como lo muestran los ejemplos anteriores, rehacer el pasado–. Impaciente, buscará a través de la manipulación de la verdad fáctica provocar una adhesión –instantánea y multitudinaria– a su aventura, que en esa manipulación se da a ver crudamente como un proyecto plenamente des-politizado de poder. Es, podemos resumir también, el paso decisivo que franquea la distancia que media entre la pretensión de vanguardia y la autoafirmación mesiánica de quien pretende encarnar la verdad de una Revolución definitivamente desprovista de sujeto".

        La represión fue desmedida y bestial, signada por el odio y la venganza. Pero hubo más que eso. Jamás, durante los años de "la guerra contra la subversión", se había visto con tal despliegue informativo un sólo combate, un sólo herido, un sólo detenido. Tampoco muchos muertos: éstos engrosarían las listas de desaparecidos. El espectáculo televisivo, perféctamente montado,  de dos jornadas de enfrentamientos, la enorme y desproporcionada cantidad de tropas y armamento empleados, apuntaban en otra dirección: condicionar al gobierno saliente y al próximo, justificar las denuncias militares sobre "el rebrote subversivo", reinstalar en la sociedad los peores miedos y las peores verguenzas, el "por algo será" que titulaba "Crónica", desprestigiar e invalidar a las organizaciones de Derechos Humanos, uno de cuyos notorios militantes, Jorge Baños, sería muerto en la acción.
      Fue "la guerra antisubversiva" transmitida en vivo y en directo, donde se pudo ver desde un desprevenido ciclista circulando entre un enjambre de policías, hasta la escena en que dos jóvenes rendidos y con las manos en alto son llevados hacia los fondos del cuartel derruido, donde, luego supimos, fueron torturados. Existió una evidente premeditación en este montaje, tratando de demorar la "guerra" el mayor tiempo posible __en ningún momento se intimó la rendición de los atacantes__, que el comisario Juan Pirker criticaría aduciendo que hubiesen bastado dos horas para que la Policía Federal redujera a ése grupo de cuarenta jóvenes inexpertos, ya menguado por la resistencia que opusieron los efectivos del cuartel. Veinte días después, el comisario "de Alfonsín" aparecería muerto en su despacho, víctima de un ataque de asma que generaría sospechas.

        Como en la escenificación de una tragedia borroneada por el tiempo, cada actor volvió a representar su papel, carente de inteligibilidad en un contexto diferente: lejos estaban los ataques a la guarnición militar de Azul, que sirvió de pretexto para la defenestración del gobernador Oscar Bidegain, o el de Monte Chingolo, que sellaría el destino del ERP y aceleraría los planes golpistas. Los sobrevivientes del PRT que volvían de Nicaragua o de la cárcel, ajenos a una realidad nacional que les era extraña, encerrados en su microclima revolucionario__ que en muchos casos aún persiste, si no en la práctica, al menos en las ideas__ volvieron a recrear su imagen idealizada del Moncada, el vanguardismo y el foquismo obsoletos.

        Los sectores de la izquierda reaccionaron de manera confusa y en algunos casos vergonzante. Muchos se habían sumado a la propuesta frentista, democrática y plural de la revista "Entre Todos" (¿preámbulo del engaño..?), para ir luego desertando a medida que comprobaban el avance del hegemonismo de Gorriaran Merlo.
La defensa ineludible de los detenidos y sus condiciones de reclusión y seguridad __ que llevaron adelante los abogados comunistas Julio Viaggio y Eduardo Barsesat__ así como el justo reclamo del esclarecimiento de los asesinatos, desapariciones y torturas ejercidos sobre quienes se habían rendido, se confundieron con argumentos justificativos y la piadosa reivindicacion de "los compañeros equivocados".
El Partido Comunista, por ejemplo, que __ según afirma Isidoro Gilbert en su libro "La Fede"__ desde su "viraje" en el 86 y en el marco de un proceso inicial de guevarización, propiciaba, desde su inefable interpretación del internacionalismo, el entrenamiento militar e incluso la participación activa en combate de algunos de sus cuadros, tanto en Nicaragua como en El Salvador, y había estrechado vínculos con la izquierda revolucionaria y fluidos contactos con Gorriarán, rápidamente silenció el asunto.

       "Es entonces a la luz de las reflexiones precedentes __sostiene Claudia Hilb en su nota__ que creemos posible dotar de alguna inteligibilidad el sentido del sueño del grupo que llevó adelante el asalto a La Tablada. En un remedo de las ambiciones totalitarias de posesión de la matriz de fabricación de un mundo y de su representación; aquel reducido grupo de personas urdió la construcción del escenario ficticio más propicio a sus proyectos, y su posterior interpretación. No se trata de borrar el pasado sino de fabricar un presente ficticio: fabricar en primer lugar la materia a ser interpretada –el ficticio golpe carapintada– para sobre esa ficción erigir una mentira verosímil –fuimos a parar el golpe– que, bien instrumentada, deberá poder manipular ahora los sentimientos antigolpistas del pueblo en favor de la insurrección."

       Horacio Verbitsky escribiría: "Condenar a quienes disimulan su insignificancia política detrás de la noble idea de la revolución es necesario, sobre todo para la izquierda.(...) Además, hay que abstenerse de glorificar a los militares y de blanquear retrospectivamente las atrocidades de la dictadura militar. El combate abierto en una unidad tomada en nada se parece a los tormentos en campos de concentración a personas arrancadas de sus lechos a la medianoche. Una sociedad que se precie también debe asegurar que cuando el fuego cesa se cuide en forma escrupulosa la vida y la integridad de los detenidos, y se les brinde lo mismo que exigimos para los torturadores y asesinos de la guerra sucia: el juicio que esta sociedad no fue capaz de darles a los desaparecidos de la década pasada. Por último, el único texto aplicable a la necesaria investigación de los hechos es el Código Penal y no la Doctrina de la Seguridad Nacional, que conduce al amigo del amigo del amigo del que no piensa igual y borra las distinciones entre el disidente político y el agresor armado."

       No está de más recordar estos hechos, cuando estamos recuperando el ejercicio de la política, la participación y el debate luego de tantos años de frustraciones, tratándo de generar cambios cualitativos políticos y culturales en una democracia que costó mucho conseguir, y que para avanzár en plenitud débe incorporar la democratización de la economía, la justicia, la información, una distribución de la riqueza más equitativa, una mayor inclusión social.

      No está de más, pensámos, cuando asistimos a una violenta campaña desestabilizadora concertada por la derecha, las corporaciones financieras, mediáticas y la oposición, acompañadas muchas veces por sectores de izquierda que el Presidente Correa llamaría "la izquierda boba".
      Porque hoy, el asalto a la razón política, la violencia y la irracionalidad, no necesariamente se presentan en su forma armada, sino también encarnadas en la antipolítica, el desprecio de los valores democráticos por parte de la derecha y los grupos concentrados de poder, amparados en un falso democratismo "institucional". Porque también fue violenta la rebelión de las patronales agrarias en el 2008, como lo fueron recientemente las ocupaciones manipuladas de tierras, las "protestas sociales" violentas con claro sentido político, los chantájes de la insubordinación policial, la manipulación mediática destinada a recrear una falsa realidad virtuál, o los ardides cautelares para impedir al gobierno desarrollar las políticas que votó la ciudadanía.

     Pero ese mismo desprecio por "la democracia burguesa" lo podemos rastrear en vanguardias iluminadas que, aparentemente, no aprendieron de la historia. Jústamente por eso, el hecho de La Tablada no cerró el debate inconcluso sobre los años setenta y el fracaso de las guerrillas latinoamericanas, nunca mejor ejemplificado que con la derrota de la patrulla perdida del Che en Bolivia: años después, serían las masas indígenas, trabajadores, mineros, quienes llevarían, no sin lucha, a un dirigente sindical cocalero al gobierno.

     .Por el contrario, es un debate que invita al análisis sin idealizaciones ni prejuicios, pero atentos a los cambios ocurridos en nuestro país, Latinoamérica y el mundo, pero sobre todo, convencidos de que las transformaciones económicas, políticas y socio-culturales que anhelamos, solo serán posibles a partir de la participación ciudadana y la movilización popular, y que la democracia no es un valor instrumental, sino requisito insalvable para cualquier tipo de socialismo posible. Solo así, la sangre derramada no lo habrá sido en vano.       

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