Entradas populares

martes, 5 de noviembre de 2013

Un libro para el debate

Acerca del libro "Secretos en rojo"
de Alberto Nadra




No es fácil abordar este libro, cuyo texto se desarrolla en varios planos, y en una gama de tonalidades que van desde los gráves , el recuerdo emocionado y franco del autor de páginas de su vida, hasta los agudos, de definiciones polémicas, con las que se puede discrepar __ y de hecho, discrepo__ pero que crecen desde sus certezas y su honestidad.

Surge un primer interrogante, ¿por qué exhumar hoy, casi como en un acto de catarsis, secretos celosamente guardados en su momento, cuando han pasado veintiséis años de un Congreso partidario que inició la debacle, y más de veintidós años del hundimiento de la Unión Soviética, matriz y razón de ser de todos los PPCC del mundo?

Otra curiosidad, resulta del hecho de que, probablemente, el Partido Comunista Argentino haya sido, con mucho, la agrupación política que más libros publicó, que más imprentas y editoriales sostuvo, tanto en el país como en el extranjero, además de un vasto frente cultural e intelectual que llevaría a H.P.Agosti a escribir que "La sola existencia del Partido Comunista argentino, constituye en sí misma, un hecho cultural de primerísima magnitud".

Sin embargo, a partir de la crisis de los años ochenta, ningún dirigente, intelectual o cuadro político a excepción, por lo que sé, de Fernando Nadra, Jorge Sigal e Isidoro Gilbert se atrevió o sintió la necesidad de expresar sus opiniones públicamente.

Quizás deba rastrearse esto en el desengaño, el desgarro, el quiebre de las certezas. Pero también en otras razones. Arturo Zamudio Barrios, en su libro "Las cárceles de Agosti" (Centro Editor), no se refiere a las prisiones físicas que el intelectual comunista padeció, sino a las limitaciones que las rejas del dogmatismo y el discurso único impusieron a su creatividad y solvencia. Y que afectaron igualmente a la mayoría de nosotros, porque dogmáticos, pro-soviéticos y stalinistas fuimos todos.

Claro, ahora es fácil descubrir otras lecturas, dudas que guardábamos, discrepancias que callamos. Tuvimos una historia de errores__ muchos de ellos trágicos__ y grandezas, de miserias y heroísmos, que, consciente o inconscientemente, todos conservamos en algún rincón de la memoria, porque nos formó (o deformó) marcando nuestras vidas.

Es en este sentido que "Secretos en rojo" es bienvenido, en un tiempo político que ha rescatado el debate, que revisa la historia. En este contexto, prácticamente todas las agrupaciones de izquierda han hecho su relectura a través de abundante bibliografía, no siempre lo suficientemente autocrítica. Cronicando períodos de la historia del PC, Alberto Nadra propone su aporte casi autobiográfico para cubrir este vacío. Sobre todo, en un punto que, paradójicamente, fue el detonante del "viraje" del 86 y sigue siendo leiv-motiv, por ignorancia o infamia: el rol del PC durante la dictadura militar, y en este aspecto, su testimonio veráz y documentado ofrece una visión esclarecedora sobre el divorcio entre una línea oficial errada y la práctica real de la militancia comunista, con el alto precio de miles de compañeros encarcelados y cientos de desaparecidos y asesinados.

No obstante, y desde el sincero reconocimiento de su mayor protagonismo, inserción partidaria y acceso a documentación, pero sobre todo, desde el respeto a su militancia y a su honestidad, me permito exponer mis discrepancias con enfoques que, más allá de lo anecdótico en el plano personal, comportan opiniones e interpretaciones políticas. Porque en algunos de esos enfoques, pareciera que hablamos de partidos e historias diferentes. De hecho, estuvimos en bandos opuestos, en una guerra sin gloria que enfrentó amigos, familiares, camaradas que creíamos entrañables, y que llevó finalmente a la virtual destrucción de un partido que supo ser grande y fuerte.

El compañero Nadra centra su crítica en el llamado "viraje en unidad", pero mantiene su defensa del "viraje", del cual se reconoce uno de sus promotores, hasta su renuncia en 1989. Para la mayoría de los comunistas, fueron dos etapas del camino a la destrucción del Partido. Estuvimos de acuerdo con las Tesis y la necesaria autocrítica y corrección de los errores, pero siempre con la vista puesta en la construcción de un partido de masas, de su necesaria democratización interna y el acercamiento a los sectores más avanzados del peronismo, cuando el "viraje" proponía un partido elitista de cuadros, una "unidad de las izquierdas" que se traduciría en alianzas como el nonato Frente del Pueblo, el FRAL, Izquierda Unida , con el trotzkismo del MAS, desde un revolucionarismo tardío que alimentaría la mística a-crítica del guevarismo. Hubo también una concepción del internacionalismo discutible, marcada por la diferencia entre la Brigada Gral. San Martín, que llevó su solidaridad activa a Chile, o la posterior ayuda prestada a los camaradas exiliados chilenos, acorde con las mejores tradiciones partidarias, y el aventurerismo irresponsable de enviar contingentes a entrenarse y, en algunos casos, a luchar y morir en la selva salvadoreña, como el joven cuadro Marcelo Feito.

Pero lo que es peor aún, el "viraje" no surgió de un debate que pudo enriquecernos a todos, sino de maniobras conspirativas que terminaron en una suerte de "limpieza étnica ideológica". De 1986 a 1989, miles de cuadros fueron marginados, cubiertos de infamias, para terminar, a una edad ya avanzada desde el punto de vista laboral y con su vida destruida (la misma medicina que probó el autor y su padre poco después, según relata...), "pasados a la producción", eufemismo que no dejaba de ser benévolo, ya que allá, en la patria socialista, en no pocos casos terminaban con un tiro en la nuca.

Pienso que los jóvenes y no tan jóvenes protagonistas del "viraje", no procesaron correctamente el trauma que sufrimos todos, disparado por la contradicción entre una línea política vergonzosa que de hecho significaba una desviación oportunista de derecha (expuesta en documentos oficiales y particularmente en el inefable libro del Secretario General Arnedo Alvarez sobre el "convenio nacional democrático", que el propio Fernando Nadra, en su carta de renuncia, califica irónicamente de "cierto tufillo notarial,de escribania),y la resistencia que la militancia real protagonizó, durante la dictadura y ántes, contra el terrorismo parapolicial del 74 al 76. Al respecto, quizás deba rescatarse la postura de Rodolfo Ghioldi y de Agosti, voces solitarias que planteában llamar a la dictadura por su nombre, aunque es preciso reconocer que la resistencia en el contexto represivo, solo era posible encararla desde la defensa de los Derechos Humanos o lo politico-cultural, ya que haberlo hecho desde el apoyo a las organizaciones armadas, aparte de estar reñido con la realidad y nuestro pensamiento teórico y político, hubiese significado, lisa y llanamente, la liquidación del Partido.

Con respecto a esto, coincidimos con Rodolfo Nadra en su intervención solidaria en el libro, en las críticas al aventurerismo, en la inexistencia de condiciones subjetivas reales, que "solo existieron en la imaginación de los dirigentes de precarias organizaciones armadas de entonces, muchos de los cuales aún siguen pontificando sobre los errores y haciendo un verdadero culto de lo que no fue. Lo que sí sucedió, y a ellos les cabe tremenda responsabilidad, es que llevaron a miles y miles de jóvenes y adultos a la muerte, que ejecutaron los militares asesinos y sus mentores y cómplices civiles". "Pero esa es otra historia", termina Rodolfo.

Si, una historia que amerita un debate, ya que puede hacerse extensiva esa responsabilidad a la teoría del "foco" y las derrotas del Che, como al propio error de los cubanos en esa época, de querer exportar la revolución. Pero lo que podía justificarse en los 70 por un "clima de época", resultaba patético a finales de los 80, con el agravante de que se asumió una posición amañada frente a los hechos de La Tablada en 1989, "criticando a los compañeros equivocados" en lo que en realidad había sido una mesiánica acción provocadora que dañó seriamente a los organismos de DDHH y puso en riesgo a la democracia.

Quizás un exceso de anecdotario personal, valioso por cierto, restos de un rencor común que los años debiesen haber mutado en análisis político e histórico, no facilita el debate objetivo. Porque, ¿qué defendíamos o qué atacábamos en la disputa partidaria? La historia del "viejo" partido, merecía ser criticada, sus errores corregidos y superados. Una organización y una línea política no se sustenta o justifica en la mayor o menor heroicidad de su militancia. Pero toda la historia del PC y del movimiento comunista internacional, incluída la Unión Soviética, es una historia de errores y de aciertos, de grandes logros y de fracasos,  pero también por una línea que marca la firme convicción en la lucha por derrotar al fascismo, la solidaridad internacionalista con la España Republicana, la epopeya del Ejército Rojo derrotando al nazismo, los movimientos partisanos de resistencia y, posteriormente, la ayuda soviética a todos los movimientos de liberación nacional, invalorable en el caso de la Revolución Cubana. Inmersa conscientemente en esa historia (curiosamente olvidada por "el Partido del XVI Congreso") transcurrió nuestra vida y nuestra militancia.

Y hasta se podría decir que sigue transcurriendo, como "Aquello donde quedó fijada, perturbada por lo que parece ser un duelo que nunca terminó y a lo que vuelvo obsesivamente, es el relato de lo que fue una esperanza y terminó en fracaso...", como sentidamente expresa esa gran escritora y compañera, Liria Evangelista.

Por eso, la crítica en bloque, descontextualizada, está más cerca de la autojustificación del desengaño que de una relectura lúcida desde la izquierda. Los comunistas que ingresaron al Partido en los 90, o en las décadas sigiuientes, harían bien en leer, documentarse, hablar con los "viejos comunistas" que aún quedan, porque no conocieron el Partido Comunista.

Y acá surge una contradicción. Porque toda la rica experiencia militante de Nadra, como la nuestra, se desarrolló en los marcos de aquel Partido, que, con todos sus errores, representaba una fuerza considerable de la izquierda argentina, respetada aún por sus enemigos. La parte del libro dedicada a lo que va del 86 en adelante, el "nuevo Partido", muestra una lamentable crónica de ambiciones y personalismos, un internismo feroz que terminaría en una suerte de canibalismo político y con el éxodo hacia otros rumbos de los "revolucionarios".

Sigo creyendo que la Unión Soviética marcó la historia del siglo XX, y que su hundimiento puede interpretarse como una verdadera tragedia histórica, al decir de Eric Hobsbawm. Curioso destino el de los comunistas, de desgarro en desgarro. Cuando muere Stalin, millones de hombres y mujeres de todo el mundo lloraron. Cuando el XX Congreso del PCUS, millones de comunistas nos sentimos desconcertados, estafados. Cuando los tanques soviéticos entraron en Hungría para aplastar una contrarevolución fascista ("la batalla que perdió la reacción", como escribió Fernando Nadra) creímos (y sigo creyendo) que fue correcto. Cuando sucedió lo de Checoslovaquia, al amparo de la "teoría de la soberanía limitada" de Brehnev, pensé y sigo pensando que se frustró la última posibilidad de una reforma democrática del socialismo.
Después, hechos como el cisma chino-soviético, Vietnam invadiendo Camboya para reprimir a "comunistas" genocidas, China atacando a Vietnam, para finalizar en el Vietnam soviético en Afganistan, fueron horadando el relato heroico. Y sin embargo, ese relato y esa realidad existieron, e indirectamente, somos sus herederos y también co-responsables de su fracaso.

Porque estalinistas y dogmáticos, fuimos todos. En realidad, hubo otros virajes. En los años 60, José Aricó, uno de los más importantes estudiosos del marxismo en nuestro país, proponía un viraje intelectual, teórico, político e ideológico hacia el marxismo, con la aparición de "Pasado y Presente", que contó inicialmente con el estímulo y el apoyo de Héctor Agosti. Todo el grupo fue expulsado del Partido. En 1968, Roger Garaudy, filósofo oficial del Partido Comunista Francés y miembro de su Comité Central más allá de su posterior derrotero, que lo llevaría, al final de su vida, a la metafísica y el negacionismo , publicaría el libro •"El gran viraje del socialismo", que anticiparía lúcidamente lo que terminaría con la implosión de la Unión Soviética. En el 73, Ernesto Giúdice daría a conocer su "Carta a mis camaradas". Eran "renegados", se habían pasado al campo de la burguesía. Me cuesta creer que cuadros formados política e intelectualmente no los hubiésen leído, aunque más no fuese por curiosidad, por una inquietud intelectual que reclamaba respuestas movilizadoras, más sólidas que los pesados textos monotemáticos de la "Revista Internacional" o los "informes".

Hoy, "militantes entre dos siglos", estamos pisando una nueva época. La Unión Soviética, que fue capaz de la epopeya de derrotar al nazismo, implosionaria sin resistencia, sin disparar un solo tiro. Los partidos comunistas de masas de occidente terminaron reducidos a su mínima expresión, y la caducidad de la hipótesis revolucionaria, al menos en los capitalismos desarrollados, es un dato objetivo de difícil refutación. Es que el derrumbe de muchos paradigmas, no es un invento de la pos-modernidad, sino el resultado de un cambio de época que merece una lectura desde el marxismo, que reclama a su vez, una relectura del mismo que lo exima de determinismos teleológicos e influencias positivistas, rescatando y actualizando su riqueza en plenitud, des-dogmatizada.

Una nueva época, en la que asistimos al despertar latinoamericano, con procesos progresistas que avanzan mediante reformas, muchas de ellas verdaderamente revolucionarias,
Si somos capaces de construir nuevos paradigmas, nuestros sacrificios, sueños y desgarros, no habrán sido vanos. "Hay cosas peores que tener una religión, por ejemplo, carecer de una visión organizada del mundo", como dice Ludolfo Paramio. Pienso en un socialismo factible, democrático, realizable, que no imponga al pueblo un destino sacrificial en aras de un futuro incierto, como ocurrió con todas sus frustradas expresiones. Es el camino que están mostrando los procesos latinoamericanos, con mayor o menor grado de profundización según sus contextos históricos nacionales y las respectivas correlaciones de fuerzas.

¿Los ex-comunistas? Ciertamente constituimos el partido más grande del mundo. No renunciamos a nuestra historia, incluso muchos no renunciamos a seguir considerándonos comunistas. Pero más allá de la lícita nostalgia, diario de a bordo de nuestras vidas, nuestras convicciones adquirirán vigencia en la medida de que seamos capaces de ejercer una crítica y autocrítica objetiva y honesta, que no nos empantane en teoricismos esquemáticos y consignismos vacios, muchos de ellos perimidos, sino que nos permita acceder a una apreciación correcta de una nueva realidad nacional, latinoamericana y mundial, y contribuir con nuestra experiencia, a consolidar y avanzar en los nuevos caminos que, dificultosamente, con avances y retrocesos, con incertidumbres y certezas, vienen, venimos desbrozando los pueblos de nuestro continente.

No dudo que en este camino, compañero Alberto, marchamos juntos manteniendo el fuego, más allá de interpretaciones del pasado o del presente. Si "Secretos en rojo" merece ser valorizado, es precisamente porque, por sobre las posibles y lógicas visiones diferentes, propias del debate político, incluso sobre lo que considero quizás un enfoque teñido de un exceso de personalismo, que disminuye la amplitud histórico-política del análisis, tiene la virtud de exponer con valentía y honestidad, una vida de admirable militancia que nos enorgullece a todos los que supimos recorrer esos tramos de la historia.

 En un viejo poema, Tuñón dice que "hay una línea en la palma de la mano/ que separa la ceniza del fuego...". Seguimos, sin duda, de éste lado...

No hay comentarios:

Publicar un comentario