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miércoles, 24 de diciembre de 2014

Cuando los poetas vienen marchando






      Titantos años, periodista, egresado de la Escuela de Cinematografía, especialista en la materia, y en otra que no se estudia en la Escuela de Bellas Artes:el jazz. Estas dos ultimas especialidades son casi una manía. Minucias, pavaditas comparado con lo que realmente es: poeta. Uno de los mejores poetas de Córdoba, si no el mejor. Cada vez que se intelectualiza sobre si existe o no una poesía, una música, un teatro, una literatura específicamente cordobesas, me río, porque pienso, entre otras manifestaciones, en la poesía de Salzano, "ciudadano del mundo" como debe ser todo artista, y para quien la influencia (o la pasión) cinematográfica, jazzística, no constituye impedimento para pintar, como pocos pintaron, esta Córdoba entrañable de ayer, de hoy y de mañana, sin falsas concesiones a un mal entendido provincialismo
 Al contrario, dándole la jerarquía orgullosa y necesaria que permite a Humphrey Bogart, Marilyn Monroe, Jerry "Roll" Morton pasearse por la Avenida Olmos o por la Cañada como si fueran de por acá nomas, especies de turistas que llegaron alguna vez y se quedaron en un mundo de sueños y de vivencias reales, desde el cine Mundial, el Capitol, el cine Real, hasta la Córdoba entrañable que anhelamos.
Dos libros publicados lo certifican: "Oh beibi..." (1969) y "Versos que escribí para que tocara Jelly" (1974). Colaborador de un diario de nuestro medio desde España, donde pronto aparecerá "Los versos de Amador" y del cual nos dejó dos poemas inéditos, pasó fugazmente por esta ciudad no hace mucho tiempo, oportunidad para charlar y tomar varios cafés, algo que de ninguna forma podría ser llamado un reportaje.

La cita era en la Confitería Real, a pocos metros del Teatro Comedia. A la confitería no la reconoció. Al teatro menos, por supuesto, con sus ostentosas y discutibles remodelaciones. Atardecía. La charla iba a ser demasiado breve, concertada a último momento, limitada por los apurones y compromisos de los preparativos del viaje. Esa misma noche partía.
Se detuvo un taxi y descendió Salzano. El taxi arrancó, y mientras se alejaba, él agitó su pañuelo Pringles. Tras la luneta trasera del coche que ya se perdía, me pareció ver una mano que agitaba a su vez una despedida, y una blonda cabellera rubia. Pensé en Marilyn, y con un dejo de tristeza murmuré: "Oh, beiby...".
Daniel se encaminaba hacia la puerta de la confitería, todavía agitando su pañuelo, ensimismado, cuando tropieza con un hombre de estatura mediana, delgado, enfundado en en un gastado impermeable, el ala del sombrero sobre los ojos. Salzano, azorado, se disculpa, pero el hombre, sin mover un músculo de su duro rostro, le aprieta fraternalmente, casi con cariño, un brazo, y se pierde entre la gente. Juro que era parecido a Bogart. Desde la vereda de enfrente, un negro ha estado contemplando risueño la escena, mientras la punta de su zapato charolado marca algún ritmo de jazz. Pienso en Jelly ("cómo que qué Jelly..."). Espero a que Salzano, con su paso cansado, llegue hasta mi mesa. Vuelvo a ver el tránsito habitual de la calle Rivadavia, el humo de los coches, la gente trajinada.
Se sienta, me saluda y me dice "Hermano, mira qué triste el Monserrat...", y los dos nos ponemos tristes, aunque no estemos frente al Monserrat. Se lo ve como ausente, algo típico en las personas que están a punto de partir. Lo hemos visto a menudo últimamente. Habla, además, con cierta amargura.
"Qué cambiada que está Córdoba, qué cambiada esta la gente, ya casi no conozco esta ciudad...". Le digo:Te estás engañando, la gente es la misma, la ciudad es la misma, salvo, claro, algunos amigos que no están, vos sabes, las condiciones de trabajo para el artista, acá no son fáciles. Sin embargo, Córdoba bulle de actividad cultural, casi no hay nadie que no esté haciendo o con ganas de hacer algo, de crear, de resistir... Salzano:"¿Te parece..? Bueno, si vos lo decís... he estado tan poco y ya tengo que irme. Será que desde allá veía todo como antes, extrañaba. Pero me parece que estuviera todo cambiado, mira ese teatro, lo que antes era el viejo Comedia... y ese otro mamotreto, ¿qué tiene que ver con el cine General Paz. ¿Te acordás del cine General Paz..?". Claro que me acuerdo, respondo, pero la ciudad cambia, es el progreso, y está bien que así sea, aunque a veces el progreso nos haga doler la nostalgia. Salzano: "Si, quizás tengás razón... Pero, ¿y los poetas, donde están los poetas..? Creo que no tendrías que hacerme una nota a mi, creo que nosotros tendríamos que dar lugar a los jóvenes para que se manifiesten. Ahora tendrían que escribir ellos. Sabes, me siento un poco viejo. Pero, ¿adónde están los jóvenes..? Solo conozco a la gente de nuestra generación. He andado viendo, buscando, me han hecho llegar algunas cosas, pero no encontré nada bueno, o casi nada...".
Bueno, no es exactamente así, le digo, aparte que la que debe ser joven, pienso, es la poesía, no los escritores. Lo veo reír, pero inmediatamente vuelve esa especie de cansancio, esa amargura al hablar, que para mi, no es otra cosa que la ausencia, la distancia.
Salzano: "Vos sabes, allá estoy bien, trabajaba en una empresa norteamericana, en España hay mu- chas, y cerró, y como existe un seguro de desempleo, algo así, me tienen que pagar el 70%  durante un año, así que yo (hace un corte de manga) bárbaro, no me separo de la máquina de escribir, vieras como rinde... Ya terminé un nuevo libro, "Los versos de Amador" (me anticipa cuatro poemas) con un personaje hilatorio. Quisiera escribir sobre los españoles, hay tanta riqueza humana, tanta espontaneidad, la encontrás en todos lados, en la gente, tantos matices... Pero estoy como bloqueado, no puedo, debe ser que extraño esta ciudad que quiero tanto...".
Y así seguimos charlando, nostalgiando, mirando pasar la gente por la calle Rivadavia, el humo de los coches, el humo de nuestros cigarrillos, los pocillos vacíos de café. Afuera, en algún lugar de la noche que comienza, alguien le dirá una grosería a una puta, "sin tener la menor idea de quien inventó la luna...".
Salzano: "Tengo que irme, tengo que hacer las valijas, tengo que pasar por Elodía para verlo a Raúl Ceballos, me gusta tu nuevo libro, tengo que hacer las valijas, qué cambiado está todo, "ustedes sigan andando que yo seguiré cantando, estoy en mis buenas manos, estoy en mis buenas manos...".
Nos despedimos. Esta vez no hay taxis con fantasmas de Marilyn, ni pasa Booguie, ni Jelly ni nada.
Los fantasmas también están en sus buenas manos. Pido otro café. Pienso que Daniel Salzano es uno de los mejores poetas cordobeses, y me da rabia saber que acaso sienta que perdió "el porahí, el paraqué, el por favor/ las mejores municiones de un poeta...".
También siento rabia por no poder conocer más cosas de Amador, y por haberme olvidado, en el apuro, de preguntarle por el oso, por Boris.


Las causas de Amador

Por un palo borracho
por un perro que busca los huesos de la muerte
por una baldosa sin dientes
por los jubilados sin gloria
por un estudiante desesperado
por una mujer
cualquier mujer
que lo esperara a la vuelta de la esquina
por un cartero que se va
por el café que gira y gira y gira
por las empleadas de Ompré que se peinan en vano con rodete
por las prostitutas viejas que leen las vidrieras de Clarín
por las prostitutas jóvenes que no saben leer
por un libro robado
por un filme de Buster Keaton
John Garfield
por una pizza cuajada de lágrimas
por ti tristeza
por un tren que llega y ella no llega
por la Cañada que se va hacia el río que no viene
por el gigantesco circo Sudamericano
por un sandwich con mermelada de clarinete
por el pájaro que espera en el bosque de mi corazón
por los ciclistas de rabia amarilla
por el aire que a la tarde no se baila
por el vals del Paseo Sobremonte
por los sacristanes que pasean de la mano
por los mocos fríos de los niños que nos miran
por los presos que nos llaman
por un fósforo sin dueño
por un dueño sin cigarros
por cualquiera de ellos
por tan solo uno solo de todos ellos

Amador se quedaba.


Pedazo de su corazón

Señor, apiádate de los enanos de los hijos de los enanos
de los domadores de las prostitutas de los actores de variedades
de los borrachos de las mujeres barbudas
porque ellos se apiadan de mi.
Señor, acuérdate de los soldados de los carteros
de los ordenanzas del oso Boris
acuérdate del Parque Sarmiento
porque ellos se acuerdan de mi.
Señor, dales reino en tu cielo
a Stan Laurel,  Oliver Hardy, Harpo Marx,
Buster Keaton, Billy Holliday y Jolie Libois
porque ellos te conservaron como una espina
en sus espléndidas cabezas.
Señor, que mañana amanezca con barcos la Cañada
que crezca el arbolito del Hotel Astoria
que vuelva el circo Sarrasani
y se quede.
Señor, que los gatos sigan siendo gatos
que los techos sigan siendo lunas
que alguien me quiera como yo lo quiero
que mis libros vivan de pié
y mi moto
y mi perro que no se duerme si no me duermo.
Señor, no he visto nada más hermoso que un niño dormido.

Así rezaba Amador con la cabeza agachada
mientras el silencio suavemente lo lamía
y soñaba que angelitos
lo soñaban.






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