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domingo, 16 de noviembre de 2014

Una carta desde la cárcel


                                              







 El primero de año de 1981, por primera vez la dictadura militar permitió a los familiares directos visitar a los detenidos que en la cárcel penitenciaria de Córdoba, la tristemente célebre UP-1, permanecían desde hacía varios años, muchos de ellos sin causa y sin proceso. Entre ellos, un camarada, Manuel Nievas, que había sido delegado gremial en el Correo, y que hoy milita en la Asosiación de Ex-Presos de Córdoba y dirige el coro de la misma, Contracanto al resto. Álguien había introducido en el pabellón un ejemplar de mi libro "Contra la muerte", publicado en 1980, y por su intermedio, los compañeros presos me invitaron a que los visitara.
¿Debilidad narcisista o solidaridad..? Infiltrado entre familiares y novias, respondí a su pedido. Hubo obviamente presentación de documento, requisa y pintada de dedos. Debo reconocer que mi optimismo y mi coraje no sobraban, más bien los junté con cucharita.
A ellos les sobraba. Allí encontré una suerte de "edición carcelaria" de mi libro, para leer con lupa, circullando entre los compañeros. Y debo confesar que su alegría al recibirme, me conmovió y me hizo sentir también un poco de verguenza, o acaso un injusto sentimiento de culpa por mi propia libertad.
Se improvisó un almuerzo con lo que todos habían llevado, hubo canto, poesía y risas, y brindamos con vasitos de plástico burbujeantes de gaseosa, que atenuaba su dulzor con nuestras lágrimas. Fue, para mi, un día inolvidable.
Al poco tiempo recibí una carta de agradecimiento de aquellos a quienes yo debía agradecer por haber contribuido a reforzar mi optimismo y la voluntad de seguir luchando. Quiero transcribir un fragmento de esa carta, como un homenaje a esos compañeros presos, porque cuando la recibí, no supe responderla, no encontré las palabras, y lo único que les pude enviar fue un simple y emocionado poema.

“Hace algunos días nos propusimos hacerte llegar algo, no sabíamos qué. Una necesidad de enviar algo a un amigo, a un compañero, a alguien que no pregunta “por quién doblan las campanas”, a alguien que en los momentos difíciles nos regaló unos poemas.
El día de la visita __aquí, cuando decimos visita nos referimos a la llegada de nuestras familias__ fue un día pleno, como dice la cita de uno de tus poemas,

“Ayer fue un día. Qué sorpresa para mí que estoy acostumbrado
a pasar mucho tiempo sin encontrarme con un solo día…”

Y verdaderamente, fue uno de esos días inolvidables, porque era como si todos cantáramos una sola canción.
Con nuestros diálogos, nuestros mates, nuestros abrazos, nuestras miradas, nuestros temas inconclusos.
Era como si inauguráramos un camino, el camino de conocer cosas nuevas, o esas cosas que siempre han estado pero que nunca nos detuvimos a mirarlas o tenderles la mano.
Hay algo ancestral en el hombre que le produce alegría al reencontrarse con su semejante. Hoy esto adquiere significación especial, porque hay urgencia de “reinventar” muchas cosas. Esa alegría la experimentamos con tu llegada, porque no eras vos solamente, sino que en tu persona traías implícita la representación de un grupo de
personas que incansablemente intentan y van construyendo de a poco un canal de expresión para todos aquellos que se resisten a tanto cambalache.
Son los primeros granitos de esa gran toma de conciencia que se avecina y que necesariamente deberá estar construida sobre la base de nuestra profunda y cruda experiencia. De allí la necesidad de tenerla siempre presente, y una de las formas de tenerla presente es plasmarla en poemas, novelas, obras de teatro, canciones. Ir recogiendo de a poco lo sembrado, y que tendrá validez de haber sido escrito en el seno mismo de los opresores…”

(Carta de los presos políticos que desde hace varios años permanecen detenidos en la UP-1 de la Ciudad de Córdoba, la mayoría de ellos sin causa ni proceso. 1981)


La poesía con causa y con proceso



La cárcel está ahí, su mole indiferente
con sus muros de gris, de sucia sombra.
Pasamos junto a ella a veces sin fijarnos
es algo que simplemente está
que debe estar, que siempre estuvo,
lo mismo que una estatua, un edificio público,
un discurso oficial, un cementerio.
tan gris como una siesta de domingo,
que está, terriblemente cierta
como el dolor, la soledad, el miedo.
Sin embargo, si alzamos la mirada
se ven las cuencas vacías de la piedra
agujeros que muestran pedazos de negrura
ventanas donde asoman camisas o pañuelos
una flor o una planta, una mano, una media,
banderas no rendidas de silencio
jirones a media hasta de miseria.
Pero un día cualquiera, subrepticia
la poesía se infiltra tras las rejas
burla las prohibiciones los pelos y señales
cruza frente a guardianes a cadena perpetua
atraviesa portones escaleras pasillos
y descubre una vida subterránea que bulle
una luz clandestina que golpea y que ciega.
Entonces la poesía se alimenta, se nutre
de feroz optimismo, del aliento y la fuerza
de aquellos que en el fondo de la piedra y el hierro
siguen quemando naves y avizorando estrellas.
¿Y quién preguntará por las campanas
el patrimonio inmemorial de su tañido
si están doblando a vida por nosotros, por ellos..?
¿Quién llenará la ficha del amor ofendido
de madres y de esposas, hermanas, compañeras.
subversiva ternura de promulgar caricias,
un rubor insurrecto al asalto del beso
y una tristeza dulce custodiando la espera..?
Y el color y la vida estallan contra el muro
adentro es una fiesta, una luz, una lucha,
se intercambian miradas, sonrisas y certezas,
el brindis es un nudo cómplice en la garganta
y conspiran las lágrimas, los silencios, las manos,
con la charla inconclusa, el canto, los poemas.
Ayer fue un día pleno para todos nosotros
pudimos decretar la vergüenza del muro
humillamos su orgullo, su gris, su sucia sombra.
Ayer, la poesía fue más libre que nunca
comprometida, con causa y con proceso.

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