Paris, 1937. Segundo Congreso Internacional de Escritores Antifascistas. Pablo Neruda, Amparo Mom (primera esposa de Tuñón), Emile Savitry, fotógrafa), Delia del Carril (pintora argentina casada con Neruda), Tuñón y dos escritores miembros de las Brigadas Internacionales.
No preguntaron
(Raúl González Tuñón)
Vinieron de tierras subidas a los mapas
Según la latitud agrias o dulces
duras o fraternales.
Oh viajeros
con puñales, con rosas, fotografías de jefes queridos,
de niños solos, lugares y muertes.
No preguntaron.
Así vinieron
nadie los llamó.
Un día llegaron a morir en los muros de la ciudad
sitiada
de la que solo vieron sus orillas.
No preguntaron.
!Tan delicadamente!
Qué aristocracia popular
qué señores de la sangre y qué ilustre morir
y cuya herida
explicaba el secreto de la pólvora.
No preguntaron.
Ellos, los hombres de la primera columna voluntaria
no preguntaron ¿cómo se vá al museo?
¿donde están las mujeres y las coplas?
¿cómo se come aquí? ¿dónde está la taberna?
¿cómo se vá a la catedral? ¿donde está el cementerio?
ni cualquier otra cosa que pregunta un viajero
que conoce la sed, el hambre, el mundo.
No preguntaron.
Los intelectuales y artistas tampoco preguntaron
________________________________________
Heminway conversa con un brigadista estadounidense.
de todo el mundo
El 1 de abril de 1939 terminó la Guerra Civil española con la victoria de las fuerzas nacionales sobre los últimos grupos republicanos. Francia e Inglaterra habían optado por la no intervención, y solo México y la Unión Soviética brindaron su apoyo, esta última con modernos aviones, material bélico y oficiales, entre ellos generales que luego se harían famosos en la guerra contra el nazismo.
Pero la guerra que comenzó en julio de 1936 llamó la atención y llevó al compromiso político a artistas e intelectuales de todo el mundo. Es larga la lista de personalidades internacionales que vivieron el conflicto español. Entre los corresponsales de guerra se encuentran Willy Brandt, quien décadas más tarde se convertiría en canciller de la República Federal Alemana, Thomas Mann y sus hijos, Erika y Klaus Mann.
Los escritores estadounidenses Ernest Hemingway, John Dos Passos y Dorothy Parker también estuvieron durante esta época en España. En los ocho meses que Hemingway pasó en España, entre 1937 y 1938, publicó su única pieza teatral, "La quinta columna" (1938) y encontró el argumento de una de sus obras más célebres, "Por quién doblan las campanas" (1940).
Algúnos escritores optaron por tomar las armas, como es el caso de André Malraux, que organizó la legendaria escuadrilla España, con máquinas obsoletas, pequeños aviones de turismo, aparatos biplazas, participando en misiones aéreas de reconocimiento y ataque. De esa experiencia nacería esa novela-documento que es "La esperanza", y la pelicula "Sierra de Teruel", realizada en colaboración con Max Aub.
También Simone Weil, filósofa francesa que lucharía junto a las milicias anarquistas, y el escritor Georges Orwell, autor del libro "Homenaje a Cataluña" (1938).
El estadouniudense Alvah Bessie, combatiente del Batallón Lincoln de las Brigadas, también se alistaría como voluntario en el ejército y se batiría en la Segunda Guerra Mundial. Su experiencia en España y la tenáz persecusión que sufrió duránte la oleada macarthysta de los años 50, quedarían plasmadas en su excelente novela "Los Antinorteamericanos".
Pero la guerra que comenzó en julio de 1936 llamó la atención y llevó al compromiso político a artistas e intelectuales de todo el mundo. Es larga la lista de personalidades internacionales que vivieron el conflicto español. Entre los corresponsales de guerra se encuentran Willy Brandt, quien décadas más tarde se convertiría en canciller de la República Federal Alemana, Thomas Mann y sus hijos, Erika y Klaus Mann.
Los escritores estadounidenses Ernest Hemingway, John Dos Passos y Dorothy Parker también estuvieron durante esta época en España. En los ocho meses que Hemingway pasó en España, entre 1937 y 1938, publicó su única pieza teatral, "La quinta columna" (1938) y encontró el argumento de una de sus obras más célebres, "Por quién doblan las campanas" (1940).
Algúnos escritores optaron por tomar las armas, como es el caso de André Malraux, que organizó la legendaria escuadrilla España, con máquinas obsoletas, pequeños aviones de turismo, aparatos biplazas, participando en misiones aéreas de reconocimiento y ataque. De esa experiencia nacería esa novela-documento que es "La esperanza", y la pelicula "Sierra de Teruel", realizada en colaboración con Max Aub.
También Simone Weil, filósofa francesa que lucharía junto a las milicias anarquistas, y el escritor Georges Orwell, autor del libro "Homenaje a Cataluña" (1938).
El estadouniudense Alvah Bessie, combatiente del Batallón Lincoln de las Brigadas, también se alistaría como voluntario en el ejército y se batiría en la Segunda Guerra Mundial. Su experiencia en España y la tenáz persecusión que sufrió duránte la oleada macarthysta de los años 50, quedarían plasmadas en su excelente novela "Los Antinorteamericanos".
La familia Mann: Thomas Mann y su esposa junto a su hija Erika Mann (centro).
Corresponsales de guerra y fotógrafos
Idealistas bajo las balas
Se comprometieron con la libertad y alertaron al mundo de que el futuro de la democracia se jugaba en la Guerra Civil española; dueron los corresponsales extranjeros, los "idealistas bajo las balas" que describe Paul Preston. La mayoría de ellos eran antes escritores que periodistas.
Por las páginas de este ensayo épico pasan Ernest Hemingway, John Dos Passos, Virgunia Cowles, Josephine Herbst, Herbert Matthews, Geofrey Cox, Arthur Koestler, el periodista-espía Kim Philby, Mijail Koltsov, Louis Fisher, entre una veintena de nombres, júnto a los fotografos Robert Capa y Gerda Taro, entre otros.
En las líneas de esos corresponsales se cruzan el horror, la pasión y la política que en aquellos tiempos forjaban en los campos españoles, a golpes de obús, el destino de Europa.
"Vieron que en España se jugaba el futuro de la democracia. Se jugaba el futuro de la Humanidad. Por eso muchos querían influir en la opinión pública de sus países, para que sus gobiernos despertásen", dice Preston, uno de los principales especialistas en la guerra que arrasó España entre 1936 y 1939.
El autor comprende por qué la guerra de España les llevó a dejar la objetividad y a optar por el compromiso humano y político. "La objetividad en estos casos es una tontería. ea exigie que se trate igual al violador y a la mujer violada", subraya, mientras destaca "la gran diferencia entre las dos zonas en guerra, En la zona rebelde no estában interesados en la libertad de prensa y por eso trataron a patadas a los periodistas". En la republicana, "si bien inicialmente primó el triunfalismo para ocultar las derrotas, después, gracias a la presión de los periodistas, se dieron cuenta de que el mejor servicio a la República venía de la verdad".
Preston explica la diferencia entre los corresponsales de entonces y los que acuden hoy día a Irak, Afganistán o el Líbano. "Ahora las guerras son como juegos de ordenador, hay una distancia y rara vez el periodista puede involucrarse de lleno", añade.
Entonces los corresponsales creían que podían cambiar el curso de los hechos, igual que los miembros de las Brigadas Internacionales que acudieron a defender a la República contra el fascismo.
"Pensar que está en juego la humanidad y por eso hay que luchar, es muy inocente, pero a la vez muy loable, admirable. Hoy en día es muy difícil que este sentimiento se repita", agrega. Describe también Preston la transformación que vivieron algunos de esos corresponsales, como Mattews, quién llegó admirando al fascismo y descubrió otra realidad en el asedio del Madrid republicano.
Por las páginas de este ensayo épico pasan Ernest Hemingway, John Dos Passos, Virgunia Cowles, Josephine Herbst, Herbert Matthews, Geofrey Cox, Arthur Koestler, el periodista-espía Kim Philby, Mijail Koltsov, Louis Fisher, entre una veintena de nombres, júnto a los fotografos Robert Capa y Gerda Taro, entre otros.
En las líneas de esos corresponsales se cruzan el horror, la pasión y la política que en aquellos tiempos forjaban en los campos españoles, a golpes de obús, el destino de Europa.
"Vieron que en España se jugaba el futuro de la democracia. Se jugaba el futuro de la Humanidad. Por eso muchos querían influir en la opinión pública de sus países, para que sus gobiernos despertásen", dice Preston, uno de los principales especialistas en la guerra que arrasó España entre 1936 y 1939.
El autor comprende por qué la guerra de España les llevó a dejar la objetividad y a optar por el compromiso humano y político. "La objetividad en estos casos es una tontería. ea exigie que se trate igual al violador y a la mujer violada", subraya, mientras destaca "la gran diferencia entre las dos zonas en guerra, En la zona rebelde no estában interesados en la libertad de prensa y por eso trataron a patadas a los periodistas". En la republicana, "si bien inicialmente primó el triunfalismo para ocultar las derrotas, después, gracias a la presión de los periodistas, se dieron cuenta de que el mejor servicio a la República venía de la verdad".
Preston explica la diferencia entre los corresponsales de entonces y los que acuden hoy día a Irak, Afganistán o el Líbano. "Ahora las guerras son como juegos de ordenador, hay una distancia y rara vez el periodista puede involucrarse de lleno", añade.
Entonces los corresponsales creían que podían cambiar el curso de los hechos, igual que los miembros de las Brigadas Internacionales que acudieron a defender a la República contra el fascismo.
"Pensar que está en juego la humanidad y por eso hay que luchar, es muy inocente, pero a la vez muy loable, admirable. Hoy en día es muy difícil que este sentimiento se repita", agrega. Describe también Preston la transformación que vivieron algunos de esos corresponsales, como Mattews, quién llegó admirando al fascismo y descubrió otra realidad en el asedio del Madrid republicano.
Hollywood contra Franco
El
23 de septiembre se han cumplido 75 años de la retirada de las
Brigadas Internacionales, la gran iniciativa solidaria en la que
participaron internacionalistas de casi todo el mundo, por ejemplo,
chinos, algo que no se ha sabido hasta fechas recientes. Pero la
solidaridad con la República fue mucho más amplia;
sobre ella existen toda clase de libros, así como numerosas
películas. Entre ellas, resulta del mayor interés
la producción catalana Hollywood
contra Franco, un
documental realizado por Oriol Porta y escrito por Llorenç
Soler e Isabel Andrés, que
aborda el tema en plan reportaje de investigación, de manera
amena y didáctica. Aunque estrenada en el 2009, la película
ha sido emitida hace poco por el Canal 33 y resulta asequible en su
edición en DVD.
Es
una historia bastante conocida en sus detalles: cuando se reestrenó
Casablanca, todo el mundo se enteró que en su estreno inicial
la censura había cambiado los diálogos, y que el mítico
Humphrey Bogart había ayudado a la República española
cuando las democracias no lo hacían. El documental ordena todo
el material y explica el episodio de la guerra española en el
que el pueblo en lucha y Hollywood tienen un encuentro. Su objetivo
es tan sencillo como importante: ofrecer a los veteranos una visión
de conjunto, y explicar
a los más jóvenes una página en la historia de
la conciencia de Hollywood, y hacerlo todo de manera que la discusión
sea posible.
Sobre
todo porque atañe a un mundo tan socializado como el del cine,
más concretamente del Hollywood de los años treinta. La
película da a conocer el apabullante
“reparto de estrellas” que apoyaron al pueblo que
defendía la República y sus conquistas sociales y
democráticas, un reparto que incluye, entre otros muchos,
nombres como los de Fredric March y su compañera,
Florence Eldridge, una de las mujeres más implicadas, Bette
Davis, James Cagney, Paul Muni, John Garfield, Luise Rainer, Errol
Flynn, Nancy Carroll, Lionel Stander, Gale
Sondergaard, Franchot
Tone, Sylvia Sidney, y Edward G. Robinson; directores como Lewis
Milestone;
y entre los productores, Walter Wanger.
Esta opción tuvo continuidad entre los actores jóvenes,
muchos de los cuales (como Burt Lancaster o Gregory Peck) mantuvieron
viva la antorcha liberal con bastante coherencia, aunque conviene
anotar que este es un concepto (equivalente a “rojo”)
bastante específico de los EEUU.
Al
otro lado, también hubo unos pocos, como John Wayne y también
otros menos renombrados. En cuanto a los productores, se preocuparon
ante todo de los problemas que la guerra podía comportar para
el mercado.
Esta
opción liberal tuvo buena acogida en la presidencia de
Rooselvelt, sobre todo por parte de Eleanor, que se comprometió
personalmente. Eleanor fue una auténtica “bete noire”
para la derecha republicana y claro está, para el franquismo
/1;
llegó a conseguir que el mítico documental
de Joris Ivens, Spanish
Earth (Tierra
de España,
1937), tuviera una oportunidad en la Casa Blanca. No obstante
Rooselvelt, como León Blum, a la hora de la verdad no dudó
en apostar por la política de no-intervención, algo que
no imitaron las grandes compañías, que hicieron todo lo
posible por ayudar a Franco mientras hacían buenos negocios.
Un detalle que demostraba una vez más aquello que decía
John Dewey sobre la democracia norteamericana, que era la proyección
de los grandes negocios.
Porta
recurre a tres clases de materiales
gráficos, que se van intercalando entre sí en virtud
de las necesidades de la narración (este documental, como la
mayoría de reportajes de
esta índole, también se somete a las reglas
tradicionales de narración de ficción: planteamiento,
nudo y desenlace). De entrada, con una selección de imágenes
de archivo de “noticiarios” (que en la mayoría de
los casos mentían más que las películas
convencionales). Luego con otra selección, esta vez de
películas
de ficción rodadas
en Hollywood, algunas de ellas míticas, todas pro
republicanas, de manera que en la España de Franco fueron,
bien prohibidas,
bien
cortadas o manipuladas,
siendo el ejemplo de Casablanca
el
más conocido.
Finalmente, ofrece
una serie de entrevistas, filmadas
en fecha más reciente, con personalidades
que aportan sus testimonios, conocimientos y puntos de vista
sobre el tema: Susan Sarandon, Román
Gubern, los
guionistas Arthur Laurents
y Walter Bernstein, el historiador
cinematográfico Patrick McGilligan
y Moe Fishman, este último
Presidente de la Asociación de los
Veteranos de la Brigada Abraham Lincoln,
una organización que ha ocupado una singular página en
la ulterior historia la izquierda norteamericana hasta fechas muy
recientes, por ejemplo, en solidaridad con los sandinistas frente a
la “contra” apoyada por Washington /2
El
bloque final está dedicado de manera más que
justificada a Alvah
Bessie, cuyo testimonio es complementado por el de Dan
Bessie, su hijo. Aparte de haber sido uno de los voluntarios más
notorios y de haber escrito un notable testimonio literario sobre su
pasaje por la guerra /3,
Bessie
fue singularmente el intérprete
principal y colaborador en
el guión del film de Jaime Camino
lleno de apuntes autobiográficos,
España
otra vez (1969),
otro de cuyos guionistas era el
también entrevistado Román
Gubern. Es este último quien acompaña
a Dan Bessie en un paseo nostálgico rodado en la actualidad
por los diversos escenarios
naturales donde se filmó España
otra vez y
que
se corresponden, a su vez, con los paisajes realmente
visitados por Alvah Bessie en su odisea española.
La historia y el cine parecen fundirse
así en una sola cosa, cobrando vida en nuestro imaginario, tan
cinematográfico.
Porta
crea un
relato que nos devuelve imágenes familiares y, a ratos, se
hace en verdad apasionado, como el momento en que el Alvah
Bessie joven, movido
por
sus ideales y su compromiso político, decide luchar
como voluntario en la Brigada Abraham
Lincoln junto a los partidarios de la causa republicana;
muchos años después, un ya anciano Bessie
afirmaría: “Estoy
más orgulloso de haber participado
en la guerra civil española que de nada
que haya hecho en mis 80 años”. El documental bordea todo lo referente a las contradicciones
existentes entre la derecha y la izquierda revolucionaria; con la
excepción del comentario de Gubern, según el cual
Tierras
de España
trataba de conciliar ambas posturas, subrayando la importancia de la
guerra como querían los comunistas, pero también de las
colectivizaciones, como querían los anarquistas.
Para
mucha gente, seguramente lo más llamativo del documental,
sean las referencias cinéfilas.
A esto contribuyen escenas como las de Tal
como éramos (The Way We Were,
1973),
film de Sydney Pollack con guión de uno
de los entrevistados, Arthur Laurents. En ella se ve a la insufrible
Barbra Streisand haciendo un mitin
en un campus universitario a favor de la causa
republicana, con lo que se evoca el ambiente
político de los EEUU de la época
del New
Deal.
Un ambiente en el que, según contaría Orson Welles,
casi toda la cultura era de izquierdas, como una toma de conciencia
del significado de la Gran Depresión, pero en la que los
grandes negocios simpatizaban con Hitler. Ese era el caso del
“Citizen”
William Randolph Hearts, de Joseph
Kennedy, el padre de la dinastía, así como de la
mayoría de presidentes de los grandes
estudios de producción de Hollywood. En este ambiente, el
prosovietismo y el crecimiento del
Partido Comunista
fueron reglas dominantes.
El
espíritu cinéfilo se hace extensible a la evocación
de las dificultades de
producción de las películas que de alguna manera
resultaban antifranquistas, como fueron los casos, entre otros, de
Blockade
(Bloqueo,
1938, William Dieterle),
Arise,
My Love (Adelante,
mi amor, 1940,
Mitchell Leisen), Casablanca
(1942,
Michael Curtiz), The
Fallen Sparrow (1943,
Richard Wallace), Watch
on the Rhine (1943,
Herman Shumlin).
Un capítulo aparte lo ocupa Por
quién doblan las campanas (From Whom the Bells Tolls, 1943,
Sam
Wood), que empeoraba una obra literaria que en su momento provocó
las protestas
entre los antiguos miembros de la Brigada Abraham
Lincoln ya
que, en su
opinión, desarrollaba una imagen falseada de la guerra civil
española; críticas que arreciaron con motivo del
estreno de la película, dirigida por Sam Wood, un
“voluntario”, pero de MacCarthy.
La
opción republicana culmina con Y
llegó el día de la venganza
(Behold a Pale Horse, 1964,
Fred Zinnemann),
que exalta la figura del maquis anarquista Sabaté y que fue
realizada en pleno idilio del Pentágono con Franco. En aquella
época Hollywood ya había producido evocaciones tan
indignas como la parte española de Las
nieves del Kilimanjaro
(USA, 1952), un buen ejemplo del apoyo de Hollywood al pacto con
Franco. En los años siguientes, las aproximaciones del cine
norteamericano a España alcanzó extremos repugnantes,
con muestras de “fascismo de teléfono blanco”, del
tipo de En
busca del amor
(The
Pleasure Seekers, USA, 1964),
de Jean Negulesco y que hacía buena Las
chicas de la Cruz Roja.
Entre
una fase y otra media la Guerra Fría y la “caza de
brujas” durante la cual los poderes invisibles de la democracia
norteamericana actúaron para dejar a la izquierda y a los
sindicatos sin alas, una experiencia que no es en absoluto ajena a la
que hemos conocido en estos lares desde 1978. Porta ilustra este
periodo con el testimonio de Bessie, quien
a pesar de haberse ganado cierta reputación
como guionista en Hollywood –fue candidato
a un Oscar por el argumento del famoso y en absoluto
«antiamericano» film bélico de Raoul Walsh
Objetivo:
Birmania (Objective, Burma, 1945)–,
llegó a cumplir un año de cárcel. También
se cita el caso de
Walter
Bernstein,
autor del guión de La
tapadera (The Front, 1976),
en la que aparecen dos víctimas, el director Martin Ritt (Odio
en las entrañas)
y el actor Zero Mostel (Pánico
en las calles)
respectivamente, y de la que
se ofrecen algunas imágenes significativas.
En
resumen, una película necesaria que restituye un capítulo
fundamental de la guerra cultural contra el franquismo y sobre la
cual convendría abrir vías de discusión.
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