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lunes, 16 de diciembre de 2013

No preguntaron





Paris, 1937. Segundo Congreso Internacional de Escritores Antifascistas. Pablo Neruda, Amparo Mom (primera esposa de Tuñón), Emile Savitry, fotógrafa), Delia del Carril (pintora argentina casada con Neruda), Tuñón y dos escritores miembros de las Brigadas Internacionales.









No preguntaron

(Raúl González Tuñón)



Vinieron de tierras subidas a los mapas
Según la latitud agrias o dulces
duras o fraternales.
Oh viajeros
con puñales, con rosas, fotografías de jefes queridos,
de niños solos, lugares y muertes.

No preguntaron.

Así vinieron
nadie los llamó.
Un día llegaron a morir en los muros de la ciudad
sitiada
de la que solo vieron sus orillas.

No preguntaron.

!Tan delicadamente!
Qué aristocracia popular
qué señores de la sangre y qué ilustre morir
y cuya herida
explicaba el secreto de la pólvora.

No preguntaron.

Ellos, los hombres de la primera columna voluntaria
no preguntaron ¿cómo se vá al museo?
¿donde están las mujeres y las coplas?
¿cómo se come aquí? ¿dónde está la taberna?
¿cómo se vá a la catedral? ¿donde está el cementerio?
ni cualquier otra cosa que pregunta un viajero
que conoce la sed, el hambre, el mundo.

No preguntaron. 



Los intelectuales y artistas tampoco preguntaron
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                                         Heminway conversa con un brigadista estadounidense.



La Guerra Civil inspiró a artistas e intelectuales 
de todo el mundo

El 1 de abril de 1939 terminó la Guerra Civil española con la victoria de las fuerzas nacionales sobre los últimos grupos republicanos. Francia e Inglaterra habían optado por la no intervención, y solo México y la Unión Soviética brindaron su apoyo, esta última con modernos aviones, material bélico y oficiales, entre ellos generales que luego se harían famosos en la guerra contra el nazismo.
Pero la guerra que comenzó en julio de 1936 llamó la atención y llevó al compromiso político a artistas e intelectuales de todo el mundo. Es larga la lista de personalidades internacionales que vivieron el conflicto español. Entre los corresponsales de guerra se encuentran Willy Brandt, quien décadas más tarde se convertiría en canciller de la República Federal Alemana, Thomas Mann y sus hijos, Erika y Klaus Mann.
Los escritores estadounidenses Ernest Hemingway, John Dos Passos y Dorothy Parker también estuvieron durante esta época en España. En los ocho meses que Hemingway pasó en España, entre 1937 y 1938, publicó su única pieza teatral, "La quinta columna" (1938) y encontró el argumento de una de sus obras más célebres, "Por quién doblan las campanas" (1940).
Algúnos escritores optaron por tomar las armas, como es el caso de André Malraux, que organizó la legendaria escuadrilla España, con máquinas obsoletas, pequeños aviones de turismo, aparatos biplazas, participando en misiones aéreas de reconocimiento y ataque. De esa experiencia nacería esa novela-documento que es "La esperanza", y la pelicula "Sierra de Teruel", realizada en colaboración con Max Aub.
También Simone Weil, filósofa francesa que lucharía junto a las milicias anarquistas, y el escritor Georges Orwell, autor del libro "Homenaje a Cataluña" (1938).
El estadouniudense Alvah Bessie, combatiente del Batallón Lincoln de las Brigadas, también se alistaría como voluntario en el ejército y se batiría en la Segunda Guerra Mundial. Su experiencia en España y la tenáz persecusión que sufrió duránte la oleada macarthysta de los años 50, quedarían plasmadas en su excelente novela "Los Antinorteamericanos".



 

La familia Mann: Thomas Mann y su esposa junto a su hija Erika Mann (centro).


Corresponsales de guerra y fotógrafos

Idealistas bajo las balas


Se comprometieron con la libertad y alertaron al mundo de que el futuro de la democracia se jugaba en la Guerra Civil española; dueron los corresponsales extranjeros, los "idealistas bajo las balas" que describe Paul Preston. La mayoría de ellos eran antes escritores que periodistas.
Por las páginas de este ensayo épico pasan Ernest Hemingway, John Dos Passos, Virgunia Cowles, Josephine Herbst, Herbert Matthews, Geofrey Cox, Arthur Koestler, el periodista-espía Kim Philby, Mijail Koltsov, Louis Fisher, entre una veintena de nombres, júnto a los fotografos Robert Capa y Gerda Taro, entre otros.
En las líneas de esos corresponsales se cruzan el horror, la pasión y la política que en aquellos tiempos forjaban en los campos españoles, a golpes de obús, el destino de Europa.
"Vieron que en España se jugaba el futuro de la democracia. Se jugaba el futuro de la Humanidad. Por eso muchos querían influir en la opinión pública de sus países, para que sus gobiernos despertásen", dice Preston, uno de los principales especialistas en la guerra que arrasó España entre 1936 y 1939.
El autor comprende por qué la guerra de España les llevó a dejar la objetividad y a optar por el compromiso humano y político. "La objetividad en estos casos es una tontería. ea exigie que se trate igual al violador y a la mujer violada", subraya, mientras destaca "la gran diferencia entre las dos zonas en guerra, En la zona rebelde no estában interesados en la libertad de prensa y por eso trataron a patadas a los periodistas". En la republicana, "si bien inicialmente primó el triunfalismo para ocultar las derrotas, después, gracias a la presión de los periodistas, se dieron cuenta de que el mejor servicio a la República venía de la verdad".
Preston explica la diferencia entre los corresponsales de entonces y los que acuden hoy día a Irak, Afganistán o el Líbano. "Ahora las guerras son como juegos de ordenador, hay una distancia y rara vez el periodista puede involucrarse de lleno", añade.
Entonces los corresponsales creían que podían cambiar el curso de los hechos, igual que los miembros de las Brigadas Internacionales que acudieron a defender a la República contra el fascismo.
"Pensar que está en juego la humanidad y por eso hay que luchar, es muy inocente, pero a la vez muy loable, admirable. Hoy en día es muy difícil que este sentimiento se repita", agrega. Describe también Preston la transformación que vivieron algunos de esos corresponsales, como Mattews, quién llegó admirando al fascismo y descubrió otra realidad en el asedio del Madrid republicano.







Hollywood contra Franco

El 23 de septiembre se han cumplido 75 años de la retirada de las Brigadas Internacionales, la gran iniciativa solidaria en la que participaron internacionalistas de casi todo el mundo, por ejemplo, chinos, algo que no se ha sabido hasta fechas recientes. Pero la solidaridad con la República fue mucho más amplia; sobre ella existen toda clase de libros, así como numerosas películas. Entre ellas, resulta del mayor interés la producción catalana Hollywood contra Franco, un documental realizado por Oriol Porta y escrito por Llorenç Soler e Isabel Andrés, que aborda el tema en plan reportaje de investigación, de manera amena y didáctica. Aunque estrenada en el 2009, la película ha sido emitida hace poco por el Canal 33 y resulta asequible en su edición en DVD.
Es una historia bastante conocida en sus detalles: cuando se reestrenó Casablanca, todo el mundo se enteró que en su estreno inicial la censura había cambiado los diálogos, y que el mítico Humphrey Bogart había ayudado a la República española cuando las democracias no lo hacían. El documental ordena todo el material y explica el episodio de la guerra española en el que el pueblo en lucha y Hollywood tienen un encuentro. Su objetivo es tan sencillo como importante: ofrecer a los veteranos una visión de conjunto, y explicar a los más jóvenes una página en la historia de la conciencia de Hollywood, y hacerlo todo de manera que la discusión sea posible.
Sobre todo porque atañe a un mundo tan socializado como el del cine, más concretamente del Hollywood de los años treinta. La película da a conocer el apabullante “reparto de estrellas” que apoyaron al pueblo que defendía la República y sus conquistas sociales y democráticas, un reparto que incluye, entre otros muchos, nombres como los de Fredric March y su compañera, Florence Eldridge, una de las mujeres más implicadas, Bette Davis, James Cagney, Paul Muni, John Garfield, Luise Rainer, Errol Flynn, Nancy Carroll, Lionel Stander, Gale Sondergaard, Franchot Tone, Sylvia Sidney, y Edward G. Robinson; directores como Lewis Milestone; y entre los productores, Walter Wanger. Esta opción tuvo continuidad entre los actores jóvenes, muchos de los cuales (como Burt Lancaster o Gregory Peck) mantuvieron viva la antorcha liberal con bastante coherencia, aunque conviene anotar que este es un concepto (equivalente a “rojo”) bastante específico de los EEUU.
Al otro lado, también hubo unos pocos, como John Wayne y también otros menos renombrados. En cuanto a los productores, se preocuparon ante todo de los problemas que la guerra podía comportar para el mercado.
Esta opción liberal tuvo buena acogida en la presidencia de Rooselvelt, sobre todo por parte de Eleanor, que se comprometió personalmente. Eleanor fue una auténtica “bete noire” para la derecha republicana y claro está, para el franquismo /1; llegó a conseguir que el mítico documental de Joris Ivens, Spanish Earth (Tierra de España, 1937), tuviera una oportunidad en la Casa Blanca. No obstante Rooselvelt, como León Blum, a la hora de la verdad no dudó en apostar por la política de no-intervención, algo que no imitaron las grandes compañías, que hicieron todo lo posible por ayudar a Franco mientras hacían buenos negocios. Un detalle que demostraba una vez más aquello que decía John Dewey sobre la democracia norteamericana, que era la proyección de los grandes negocios.
Porta recurre a tres clases de materiales gráficos, que se van intercalando entre sí en virtud de las necesidades de la narración (este documental, como la mayoría de reportajes de esta índole, también se somete a las reglas tradicionales de narración de ficción: planteamiento, nudo y desenlace). De entrada, con una selección de imágenes de archivo de “noticiarios” (que en la mayoría de los casos mentían más que las películas convencionales). Luego con otra selección, esta vez de películas de ficción rodadas en Hollywood, algunas de ellas míticas, todas pro republicanas, de manera que en la España de Franco fueron, bien prohibidas, bien cortadas o manipuladas, siendo el ejemplo de Casablanca el más conocido. Finalmente, ofrece una serie de entrevistas, filmadas en fecha más reciente, con personalidades que aportan sus testimonios, conocimientos y puntos de vista sobre el tema: Susan Sarandon, Román Gubern, los guionistas Arthur Laurents y Walter Bernstein, el historiador cinematográfico Patrick McGilligan y Moe Fishman, este último Presidente de la Asociación de los Veteranos de la Brigada Abraham Lincoln, una organización que ha ocupado una singular página en la ulterior historia la izquierda norteamericana hasta fechas muy recientes, por ejemplo, en solidaridad con los sandinistas frente a la “contra” apoyada por Washington /2
El bloque final está dedicado de manera más que justificada a Alvah Bessie, cuyo testimonio es complementado por el de Dan Bessie, su hijo. Aparte de haber sido uno de los voluntarios más notorios y de haber escrito un notable testimonio literario sobre su pasaje por la guerra /3, Bessie fue singularmente el intérprete principal y colaborador en el guión del film de Jaime Camino lleno de apuntes autobiográficos, España otra vez (1969), otro de cuyos guionistas era el también entrevistado Román Gubern. Es este último quien acompaña a Dan Bessie en un paseo nostálgico rodado en la actualidad por los diversos escenarios naturales donde se filmó España otra vez y que se corresponden, a su vez, con los paisajes realmente visitados por Alvah Bessie en su odisea española. La historia y el cine parecen fundirse así en una sola cosa, cobrando vida en nuestro imaginario, tan cinematográfico.
Porta crea un relato que nos devuelve imágenes familiares y, a ratos, se hace en verdad apasionado, como el momento en que el Alvah Bessie joven, movido por sus ideales y su compromiso político, decide luchar como voluntario en la Brigada Abraham Lincoln junto a los partidarios de la causa republicana; muchos años después, un ya anciano Bessie afirmaría: “Estoy más orgulloso de haber participado en la guerra civil española que de nada que haya hecho en mis 80 años”. El documental bordea todo lo referente a las contradicciones existentes entre la derecha y la izquierda revolucionaria; con la excepción del comentario de Gubern, según el cual Tierras de España trataba de conciliar ambas posturas, subrayando la importancia de la guerra como querían los comunistas, pero también de las colectivizaciones, como querían los anarquistas.
Para mucha gente, seguramente lo más llamativo del documental, sean las referencias cinéfilas. A esto contribuyen escenas como las de Tal como éramos (The Way We Were, 1973), film de Sydney Pollack con guión de uno de los entrevistados, Arthur Laurents. En ella se ve a la insufrible Barbra Streisand haciendo un mitin en un campus universitario a favor de la causa republicana, con lo que se evoca el ambiente político de los EEUU de la época del New Deal. Un ambiente en el que, según contaría Orson Welles, casi toda la cultura era de izquierdas, como una toma de conciencia del significado de la Gran Depresión, pero en la que los grandes negocios simpatizaban con Hitler. Ese era el caso del “Citizen” William Randolph Hearts, de Joseph Kennedy, el padre de la dinastía, así como de la mayoría de presidentes de los grandes estudios de producción de Hollywood. En este ambiente, el prosovietismo y el crecimiento del Partido Comunista fueron reglas dominantes.
El espíritu cinéfilo se hace extensible a la evocación de las dificultades de producción de las películas que de alguna manera resultaban antifranquistas, como fueron los casos, entre otros, de Blockade (Bloqueo, 1938, William Dieterle), Arise, My Love (Adelante, mi amor, 1940, Mitchell Leisen), Casablanca (1942, Michael Curtiz), The Fallen Sparrow (1943, Richard Wallace), Watch on the Rhine (1943, Herman Shumlin). Un capítulo aparte lo ocupa Por quién doblan las campanas (From Whom the Bells Tolls, 1943, Sam Wood), que empeoraba una obra literaria que en su momento provocó las protestas entre los antiguos miembros de la Brigada Abraham Lincoln ya que, en su opinión, desarrollaba una imagen falseada de la guerra civil española; críticas que arreciaron con motivo del estreno de la película, dirigida por Sam Wood, un “voluntario”, pero de MacCarthy.
La opción republicana culmina con Y llegó el día de la venganza (Behold a Pale Horse, 1964, Fred Zinnemann), que exalta la figura del maquis anarquista Sabaté y que fue realizada en pleno idilio del Pentágono con Franco. En aquella época Hollywood ya había producido evocaciones tan indignas como la parte española de Las nieves del Kilimanjaro (USA, 1952), un buen ejemplo del apoyo de Hollywood al pacto con Franco. En los años siguientes, las aproximaciones del cine norteamericano a España alcanzó extremos repugnantes, con muestras de “fascismo de teléfono blanco”, del tipo de En busca del amor (The Pleasure Seekers, USA, 1964), de Jean Negulesco y que hacía buena Las chicas de la Cruz Roja.
Entre una fase y otra media la Guerra Fría y la “caza de brujas” durante la cual los poderes invisibles de la democracia norteamericana actúaron para dejar a la izquierda y a los sindicatos sin alas, una experiencia que no es en absoluto ajena a la que hemos conocido en estos lares desde 1978. Porta ilustra este periodo con el testimonio de Bessie, quien a pesar de haberse ganado cierta reputación como guionista en Hollywood –fue candidato a un Oscar por el argumento del famoso y en absoluto «antiamericano» film bélico de Raoul Walsh Objetivo: Birmania (Objective, Burma, 1945)–, llegó a cumplir un año de cárcel. También se cita el caso de Walter Bernstein, autor del guión de La tapadera (The Front, 1976), en la que aparecen dos víctimas, el director Martin Ritt (Odio en las entrañas) y el actor Zero Mostel (Pánico en las calles) respectivamente, y de la que se ofrecen algunas imágenes significativas.
En resumen, una película necesaria que restituye un capítulo fundamental de la guerra cultural contra el franquismo y sobre la cual convendría abrir vías de discusión.

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